Fueron cosas tan de colores que ahora sólo puedo ver blanco y negro. Fueron cosas tan mías que ahora no las sé decir… pero quiero.
Quiero que duren y quiero poder decirlas.
Poder aprender a decir te quieros y gracias en griego, alemán, noruego, húngaro y francés.
Seguir teniendo esa crema exfoliante –lo que creo que es una crema exfoliante- escrita en checo.
Tomar cerveza de cualquier gusto a las 11 am, a las 2 pm, a las 10 pm y a las 4 am, con quien sea, como sea. Reírnos de publicidades de 1920 que nunca entendimos, en cápsulas que no se entendían.
Ir a casas tomadas y encontrar chilenos hippies que hace 15 años aparecieron ahí y siguen.
Que intenten venderme artesanías que no entiendo.
Buscar por toda una ciudad lo que en la revistita aparece como importante, ya sean restos de muros, de estatuas, de iglesias, de templos…
Romper lavarropas ajenos, desesperarme, convencerme de que lo que estaba hablando era italiano.
Comprar y romper paraguas.
Salir a pasear con Charlie sólo porque tiene glamour.
Rastrear supermercados de idiomas raros para buscar estuches parecidos a los de las cremas que me tiraron el día 1. Planear una vuelta a Hungría sólo para comprar Sedales más baratos que en Baires.
Almorzar y desayunar Starbucks para que me dieran Wi-fi.
Ir a Albert Heijn para protegerse del frío y descubrir que el chocolate era más barato que el agua.
Inventar excusas para explicarles a los guardas por qué no había comprado el boleto ó por qué para mí el que tenía estaba vigente.
Buscar una explicación racional a la falta de agua caliente y al ruido que hacen los sordomudos.
Encontrar pasajes 80 veces más baratos de lo que salen.
Ir a los Mercadona en busca de Talitas con sésamo y cortezas de maíz fritas. Pasear por Montjuic y Barceloneta.
Esquivar al transporte automotor que apenas pasa por las calles de Roma, Amsterdam y del Albaycín.
Caerme de bruces en la puerta del Prado, disimulando las lágrimas y el dolor que me iban a acompañar por unas semanas.
Saludar con cariño al turco del Shawarma para que me lo llenara más.
Reírme de los semáforos animados de Andalucía cual paciente psiquiátrica libre por error.
Ver cómo los morochos se desvanecían con sus Louis Vutton apenas vieran una sirena.
Y todo eso que me viene a la cabeza cuando cada mañana me sigo poniendo aunque sea un cachito de Pletóva maska.
Quiero que duren y quiero poder decirlas.
Poder aprender a decir te quieros y gracias en griego, alemán, noruego, húngaro y francés.
Seguir teniendo esa crema exfoliante –lo que creo que es una crema exfoliante- escrita en checo.
Tomar cerveza de cualquier gusto a las 11 am, a las 2 pm, a las 10 pm y a las 4 am, con quien sea, como sea. Reírnos de publicidades de 1920 que nunca entendimos, en cápsulas que no se entendían.
Ir a casas tomadas y encontrar chilenos hippies que hace 15 años aparecieron ahí y siguen.
Que intenten venderme artesanías que no entiendo.
Buscar por toda una ciudad lo que en la revistita aparece como importante, ya sean restos de muros, de estatuas, de iglesias, de templos…
Romper lavarropas ajenos, desesperarme, convencerme de que lo que estaba hablando era italiano.
Comprar y romper paraguas.
Salir a pasear con Charlie sólo porque tiene glamour.
Rastrear supermercados de idiomas raros para buscar estuches parecidos a los de las cremas que me tiraron el día 1. Planear una vuelta a Hungría sólo para comprar Sedales más baratos que en Baires.
Almorzar y desayunar Starbucks para que me dieran Wi-fi.
Ir a Albert Heijn para protegerse del frío y descubrir que el chocolate era más barato que el agua.
Inventar excusas para explicarles a los guardas por qué no había comprado el boleto ó por qué para mí el que tenía estaba vigente.
Buscar una explicación racional a la falta de agua caliente y al ruido que hacen los sordomudos.
Encontrar pasajes 80 veces más baratos de lo que salen.
Ir a los Mercadona en busca de Talitas con sésamo y cortezas de maíz fritas. Pasear por Montjuic y Barceloneta.
Esquivar al transporte automotor que apenas pasa por las calles de Roma, Amsterdam y del Albaycín.
Caerme de bruces en la puerta del Prado, disimulando las lágrimas y el dolor que me iban a acompañar por unas semanas.
Saludar con cariño al turco del Shawarma para que me lo llenara más.
Reírme de los semáforos animados de Andalucía cual paciente psiquiátrica libre por error.
Ver cómo los morochos se desvanecían con sus Louis Vutton apenas vieran una sirena.
Y todo eso que me viene a la cabeza cuando cada mañana me sigo poniendo aunque sea un cachito de Pletóva maska.
Comentarios
te kiero...
y es lo unico ke me sale decirte...
y ke te extraño...
a vos, a esos rulos, a esos olores espantosos...
me fui!
es la reflexion del dia!
"hoy no me corto las venas...vamos por un tequila!"
jaja
te amoo amiga!
y con toda la chicharada (es una linda palabra para describir cuando digo boludeces para hacerte reir), sigo...con todo esto inclusive, sabes que te entiendo, pero que no hay remedio, mas que encontrarle vida a la misma cotidianeidad y dejar de preguntarle al mas alla porque nos dio la capacidad de pensas tanto...
lov iuss
Yo y mis alter egos.